I
Dije que te
escribiría o te dije que escribiría de ti.
No lo recuerdo.
Ahora estoy en un café en una esquina de la
ciudad.
Hace noche, luna y frío.
En una mesa una mujer espera.
Yo leo una novela de un autor que ya murió.
El café dejará su aroma en mi auto.
Estas palabras son para ti.
II
Te dije que te escribiría o dije que
escribiría para ti.
No lo sé, pude haber dicho ambas cosas.
Ayer
hizo calor, mucho. El verano extiende, y la yerba se seca.
Pero ayer pudo llover, es decir, imagino
que ayer pudo llover.
Imagino el cielo gris, las quizá un relámpago, y luego las gotas
chocando contra las ventanas y cayendo sobre los vidrios creando ríos
verticales, uniéndose en lagos diminutos
en los pasillos, en los pisos.
Imagino el olor a tierra mojada, el aire húmedo y fresco, la noche goteando.
Estas palabras son para ti.
III
Una noche pensé que siempre te escribiría, o una
noche te dije que siempre escribiría de ti.
No lo recuerdo.
Tengo un par de cuadernos nuevos. Sus hojas
blancas son un lienzo y un reto,
También son una nube, o espuma sobre las olas. No sé qué
palabras escribir primero.
La palabra que escriba se quedará en la página, como tus ojos en mi recuerdo,
como tu caricia en la nostalgia de una parte de mi cuerpo, como
una cicatriz,
ahí, recordando que existes. Pero si la
página es nube o espuma, la palabra se disipará,
y sólo perdurará en la memoria de quien la
vio en el breve instante de su existencia.
Estas palabras son para ti.
IV
Una tarde me dijiste
que escribiera de ti, o una tarde me dijiste que te escribiera.
Quizá no lo recuerdas.
Te recuerdo y recuerdo que te recuerdo por
las tardes,
a veces te recuerdo en las noches sin luna,
en aquellas en que camino por el centro de
la ciudad
llena ruidos o vacía de ruidos, o vacía de
silencios.
Camino y escucho mis pasos.
Supongo entonces que la ciudad se llena de
silencio.
De mi silencio y del tuyo.
Estas palabras son para ti.