viernes, abril 23, 2010

el beso

Una canción pasada de moda que aparece en la radio sin que lo preveas, que invariablemente toma por sorpresa, que te sitúa en una calle que casi has olvidado, en la sala de una casa, bajo la sombre de un árbol en un parque, en puerta de una casa; pone en tu recuerdo, que es decir, en la memoria de tu piel, de tus labios, de tu mirada, de tus manos, un beso, una caricia, es decir, una textura, un color, una suavidad, luego, unos ojos, después unos cabellos, para seguir recordando aparece en tu memoria, una voz , un nombre , que deletreas , una dos, tres, veces. La canción quizá ha terminado, ahora hay en la radio alguien hablando diciendo cosas que te son ajenas. Pero recuerdas el beso, el rostro , el nombre. La recuerdas y te preguntas, hace cuanto de ese momento. Sabes que fue hace siglos, milenios, años. Pero la vida es… y parece que hace solo un instante que la besaste, parece que el cabello aun pasa por tus manos. La vida , el beso, lo que duras pronunciado su nombre. Un instante.

sábado, abril 10, 2010

LA PALABRA Y LA NOCHE

El caso es que sabemos, y a veces no sabemos, que hacer con las palabras, ni con el silencio, con el fuego, ni con el agua, con el viento, ni con la muerte.

A veces, en alguna noche que nos surge de las manos, y hace nocturno todo lo que tocamos, lo que sentimos, lo que deseamos, lo que vivimos, la ciudad, que se pasea entre nosotros se llena de múltiples voces, quedas, revueltas, susurrantes, adoloridas, algunas felices, otras solitarias, tumultuosas, que nos hablan a gritos o a escondidas,
- soliloquios de cuitas y recuerdos -.
Entonces la calle nocturna nacida de nuestras manos ( de nuestros recuerdos, de nuestros deseos ) es un bullicio – rostros, cuerpos, miradas, palabras, sobre todo palabras - del que vende panes, dulces, viajes, ollas, chicles, guajes, caricias.
Nuestras manos se llenan de noche, es decir, de palabras nocturnas, de miradas oscuras, de cielo negro, de voces sombrías, de tinta negra.


Entonces nos vaciamos, goteamos la oscuridad nacida de nuestra manos, letra a letra, en papeles, en trapos malolientes, en la espuma del oleaje, en el piso sucio, en las paredes rotas, en las ventanas cerradas, en la bruma, en le niebla, en la piel de ella, en la amplitud de su espalda, en el resquicio de su boca.

Y ya que hablo de ella, el caso es que para amarla, (ilusión fantástica, pero querida)
no bastan las incontables horas, nuestras manos náufragas, los dientes voraces,
los susurros inaudibles, la prisa, mirarla , imaginarla . Para amarla es preciso acorralarla en nuestra piel, que habite en ella, para desde ahí, nombrarla, escribirla incansable

El caso es que sabiéndolo, o sin saberlo, creyendo, o descreyendo, suponemos, esperamos, por que somos tercos, empecinados, obstinados, estoicos – como los postes en las esquinas - que la vida, que su piel, que la justicia, que el nombre, el beso…que la palabra, nacida de la noche que escurre de nuestras manos, trazo a trazo, letra a letra, escrita en el fuego, en el hielo, en el humo, en la madera, en el agua, en la tierra, en la piel, en el llanto, en la sangre, en la piedra, invoque, traiga, provoque, siembre, germine, otra hora, otra memoria, y quizá, otra noche