lunes, diciembre 31, 2018

¿De qué está hecha la vida?


¿De qué está hecha la vida?

La pregunta me he hecho no sé cuántas veces. Me ha hecho en las tardes de otoño, en las  noches de invierno,  en la madrugada de alguno de los incontables  campamentos a los que fui de adolescentes; en cafés frente libros de Bolaño, de Tolkien, de Cortázar, de Sabines; en los mismos cafés con un cuaderno y mi pluma en la mano memoriosa.
He buscado la respuesta en el movimiento del cosmos. Ese universo, finito e inimaginable, expandiéndose infinitamente (así lo decía Einstein, que de eso del movimiento del  cosmos algo sabía); en los libros  de Sartre y Camus, en el I Ching de Confucio y Lao Tse, en la Runas milenarias.

¿De qué está hecha la vida?

La pregunta me he hecho en medio del río Amacuzac, haciendo hasta lo imposible por mantener la balsa a flote (la cosa siempre fue inútil, porque  invariablemente la balsa volteaba en medio de los rápidos), mientras se enfrentaban  el caudal del río contra las rocas, los riscos impasibles y  los árboles de testigos de nuestra aventura

¿De qué está hecha la vida?

La pregunta me hice cuando busqué el rostro de Dios, y no había sino intermediarios, mercadólogos, encargados de oficina en el camino, que nos tenían en sus manos sino panfletos viejos.
Hasta que un día (porque siempre llega ese día) dejé de preguntarme y solo miré, y escuché, y olí, y probé y conecté con lo que había a mi alrededor.
Días, noches, horas, donde se acomodaban en su lugar preciso (siguiendo un orden y un tempo siempre misterioso y exacto) sonrisas inesperadas,  gritos de júbilo,   esperanzas escondidas entre las manos,  miradas esquivas,  sueños inagotables,  amores como palomas,  lágrimas de alegría,  pérdidas irreparables, de amistades inexpugnables,  miedos que horadan  al cuerpo,  penas que deshilachan al alma,  ventanas abiertas al susurro de las nubes,  llantos como ríos  incontenibles,  adioses,  arribos ,  una  belleza incomprensible y dolorosamente inasible,  algo que suena a futuro tintineando en el bolsillo.

¿De qué está hecha la vida?

De palabras. Palabras que  he escuchado, que he dicho, una, dos, tres, incontables veces…
Ya levántate, no te vayas sin desayunar, apúrate que llegas tarde, a ver tómate esto, ¿te sientes mejor?, te extrañé, ¿cómo te fue ?, vete con cuidado, ponte la chamarra, y ¿qué te dijo? , ven, siéntate conmigo, ¿quieres más? , acábate la sopa, ven para que te peine, ¿vienes a comer ? lávate los dientes, no andes descalzo, no manejes muy rápido, ven a saludar , ya duérmete que es muy tarde y te miras cansado, te ves bella, no llegues muy noche, no te vayas todavía, llámame, ven, sí, quiero, sí quiero,  siéntate aquí, voy en camino, ¿me quieres?, te quiero, siempre, llueve,  nube, noche, luna, cabello, ojos, ahora.

¿De qué está hecha la vida?

De objetos que  parece  se quedaron en el camino, parecen olvidados, inútiles, gastados, pero algo conservan y basta encontrarlos en algún rincón olvidado de la casa para reconocernos en ellos.
Un balón, una bicicleta negra, un libro donde de poesía donde se   leía… “puedo escribir los versos más tristes esta noche” y también decía “antes de amarte, amor, nada era mío”, un cuaderno donde escribía historias, una caja de colores, unos tenis gastados, una sudadera amarilla, un anillo, una fotografía donde sale… un aparato de sonido, un LP, un cd.

¿De qué está hecha la vida?

¿De tiempo? (¿Pero es que algo sabemos del tiempo?) ¿De lo que hacemos en él? ¿De nuestras memorias? (tendrá razón  Proust, y ¿hay que ir en busca del tiempo perdido?)

¿De qué está hecha la vida?

Del recorrido. No sólo del  tiempo que nos toma hacerlo; sino de  quienes nos acompañan, de quienes     encontramos en él;  de la invisible conexión que tienen en medio de lo que parece absurdo; del  polvo que acumulan nuestros zapatos.

¿Será esa la respuesta?
La vida estará hecha de actos breves como “ir y “volver”; de palabras simples como noche, luna, ven, voy, quiero, te, tú, yo;  de objetos como cuadernos, tazas, libros, pinceles, zapatos, tenis, pelos, bicicletas, muñecas,  (eventualmente viejos); lo que anhelamos, lo que recordamos, lo que pensamos, lo que sentimos; de la vida misma, del buen polvo que acumulan nuestro zapatos.

miércoles, marzo 21, 2018

CIUDAD DE POETAS

Una ciudad de poetas 

es una ciudad que recuerda, desea, imagina; que construye lo mismo calles, parques plazas, parques, metáforas, porque se imagina a sí misma, y deja que sueño de sí guíe sus pasos; 


una ciudad de poetas

 está llena de hombres y mujeres que son personas, pero que son igual personajes de una historia de amor que se escribe a cada paso, en cada palabra, en cada mirada, con cada nombre;


una ciudad de poetas 

lleva en la bolsa, en el portafolio, en el maletín, en la mochila el amor por otras ciudades;
una ciudad de poetas 


provoca que cuando se abre un libro cualquiera, además de ser lo que es (Tijuana, por ejemplo), es también Madrid cuando García Lorca, y París cuando Cortázar, Montevideo cuando Benedetti, Santiago cuando Neruda, Nicaragua cuando Gioconda, Argentina cuando Alfonsina, Chiapas cuando Sabines.

Una ciudad de poetas 

vive lo mismo en el 2018 ( mientras escribo esto), en el siglo XIX, cuando Rimbau, en el siglo XXIV, bajo el mando de Hyperion.

Una ciudad de poetas 

valora el nombre de su ciudad, porque Tijuana, es una palabra que viaja y se siembra en incontables mundos, donde los tijuanenses, personajes de esta historia amor y desamor, vivimos

martes, marzo 20, 2018

Es martes

Es martes.

No cae del cielo otro cosa que no sea tu nombre.

Me encuentro sus letras entre las ramas de los árboles, atoradas en el letrero del café a dónde voy, (hay una en la taza donde me lo preparan), hay algunas colgadas en los semáforos. No es dificil suponer que otras estarán en parques, mercados, en los mostradores de las farmacias, en los carteles de los cines.


Abro mi mano. Una letra de tu nombre, como un copo de nieve, cae para mí

miércoles, marzo 14, 2018

He soñado

He soñado


Lo supongo, porque he despertado y tú no estás. Creo recordar una habitación, no muy amplia, una luz tenue , alguna música (un piano solo, dulce, casi lejano), y el aroma. Flores, Girasoles, aunque no sé mucho de ellas. 

Entonces te vi. 


Tu cuerpo frente a mí recortado de la noche. Escuché, porque más que verlos, escuché tus ojos llamándome. Me acerqué a ti. Mis manos probaron tibieza de tu cintura. Tus ojos me acariciaron mientras mis manos recorrían tu espalda, eterna e inagotable.

Te besé o me besaste o nos besamos, no lo sé. 


Recuerdo la humedad palpitante de tu boca, un temblor entre tus labios y mis manos sosteniendo tu rostro.

Pude sentir el peso de tus senos, el pulso sigiloso de tu vientre, la respiración agitada de tu sexo.
Te recuerdo recostada a mi lado. Miro el silencio de tus ojos, mientras algo me dices con tus manos. 


Después, solo tú cuerpo tendido a mi costado. Duermes.
Yo, quizá sueño con el tiempo en que no te conocía, mientras seguimos dormidos

martes, marzo 13, 2018

Explorador

Te exploré 

y encontré un territorio que confundía la realidad con el deseo. Quise -no sé si esto fuera posible- distinguir entre la que eres y la que imagino.

Con un afán de cartógrafo enloquecido palpé escrupulosamente cada extensión, cada pliegue, cada resquicio, cada hondura, cada poro de tu cuerpo.



Como cualquier explorador de lo imaginado seguí - quizá reconocí- las lineas de tu espalda y puse nombre a sus senderos. Los seguí hasta encontrarme con ciudades escondidas llenas de voces inmemoriales y de cantos sagrados. Escalé y descolgué tus hombros, dejando mis huellas (las de mis labios), hasta que finalmente, agotada de besarte, descansó mi boca al borde del precipicio de tus senos. 

No. 


No sé dónde es mi imaginación, dónde mi deseo, y dónde eres tú.

Ya no importa.

domingo, febrero 25, 2018

Variaciones




1ª versión

Un poco de tiempo, sólo un poco. Abrir la ventana del estudio. Ver pasar las nubes. Se cuela el frío en la incipiente mañana. Está decantando invierno. Sentirlo en las manos, en el rostro. Pensar entonces en la tibieza probable de tu cuerpo. Quizá un café. Buscar el agua, el frasco, el filtro, encender la cafetera. Escuchar. Escuchar. El café y su aroma se decantan como el invierno.
Buscar a Yo Yo Ma en el celular. El Cello, con su memoria de Bach a cuestas, invade mi estudio. La taza de café humeante está sobre el escritorio. Una escasa tibieza me recuerda la otra, la que se decanta de ti. Dejo la taza. Tomo la pluma. Abro el cuaderno. Dejo que mis dedos piensen en ti.

2ª versión

Un poco de tiempo, solo un poco. Abrí la ventana del estudio. Vi pasar las nubes. Se coló el  frío en la incipiente mañana. El invierno se decantó. Lo sentí en las manos y en el rostro. Pensé entonces en la tibieza probable de tu cuerpo. Quizá un café. Busqué el frasco, el filtro, encendí la cafetera. Escuché.Escuché. El café y su aroma se dencantaron como el invierno.
Busqué a Yo Yo Ma en el celular. El Cello, con su memoria de Bach a cuestas, invadió mi estudio. La taza de café humeante estaba sobre el escritorio. Una escasa tibieza me recordó la otra, la que se decantó de ti. Dejé la taza. Tomé la pluma.  Abrí el cuaderno. Dejé que mis dedos pensaran en ti.

3ª versión

Un poco de tiempo, solo un poco. Abrirás la ventana del estudio. Verás pasar las nubes. Se colará el frío en la incipiente mañana. El invierno se  decantará.  Lo sentirás en las manos, en el rostro. Pensarás entonces en la tibieza probable de su cuerpo. Quizá un café. Buscarás el agua, el frasco, el  filtro. Encenderás la cafetera. Escucharás. Escucharás. El café y su aroma se decantarán como el invierno.
Buscarás a Yo Yo Ma en el celular. El cello, con su memoria de Bach  cuestas, invadirá tu estudio. La taza de café humeante estará sobre el escritorio. Una escasa tibieza te recordará la otra, la que se decantará de ella. Dejarás la taza. Tomarás la pluma. Abrirás el cuaderno, y dejarás que tus dedos piensen en ella.

(4a versión)

Un poco de tiempo, solo un poco. Abriré la ventana del estudio. Verás pasar las nubes. Se colará  el frío en la incipiente mañana. El invierno se decantará. Lo sentiremos  en las manos, en el rostro. Pensarás entonces en la tibieza probable de mi cuerpo. Quizá un café. Buscarás el agua, el frasco, el filtro. Encenderé la cafetera. Escucharé. Escucharás. El café y su aroma se decantarán como el invierno.
Buscaré a Yo Yo Ma en el celular. El cello, con su memoria de Bach a cuestas, invadirá tu estudio. Las tazas de café humeante estarán sobre el escritorio. Una escasa tibieza te recordará la otra, la que se decanta de mí. Dejarás la taza. Tomaré la pluma. Abrirás el cuaderno, y dejarás que tus dedos piensen en mí

jueves, febrero 22, 2018

Tibieza

Un poco de tiempo, sólo un poco. Abrir la ventana del estudio. Ver pasar las nubes. Sentir el frío en la incipiente mañana. Está descontando invierno. Sentir el frío en las manos, en el rostro. Pensar entonces en la tibieza probable de tu cuerpo. Quiza un café. Buscar el agua, el frasco, el filtro, enceder la cafetera. 
Escuchar, escuchar. El cafe y su aroma se decantan como el invierno.

Buscar a Yo Yo Ma en el celular. El Cello, con su memoria de Bach a cuestas invade mi estudio. La taza de café humeante está sobre el escritorio. Una escasa tibieza me recuerda la otra, la que se decanta de ti. Dejo la taza , tomo la pluma, abro el cuaderno, y dejo que mis dedos se entibien mientras piensan en ti.

miércoles, febrero 21, 2018

Justo ahi

El día discurre. Minutos, horas, pasan.
Hago cosas, tareas, algo digo.
Entre esas cosas, en los intersticios, entre líneas, te rememoro: encuentro algunas palabras que dejaste bajo la almohada que guardé en la bolsa del pantalón, un guiño que atraviesa media ciudad para encontrarme en un café donde invariablemente paro, un beso cuya calidez resiste el embate del día.
Llegada la noche, cuando pienso en lo que he pensado, cuando recuerdo mis recuerdos, miro que cada hora tuvo su signo. No tengo sino que reconocer que tras el día, con su manecilla invisible que define el curso del sol, con su inasible telón azul y negro del impasible infinito donde se esconden las causas de las cosas que suceden, ahí, justo ahí, te encuentro

lunes, febrero 12, 2018

tic tac tic tac

En este rincón 

tierra, arena, polvo, nubes; 
por encima, la eterna oscuridad.

Tic tac tic tac tic tac


Sesenta y dos años de tic tac.
Sesenta y dos veranos, sesenta y dos inviernos
Son muchos soles, lunas, vientos
Pero al mundo y su historia la sé de oídas
Algo sé.  Babilonia,  la Cicuta de Sócrates
el telescopio de Galileo,  la proclama de Lutero,  la imprenta de Gutemberg, de la pluma de Shakespeare, de Voltaire, de Victor Hugo
Algo sé de los inconmensurables y enrojecidos agravios: Persas y Griegos; Franceses e Inglerses; OTAN y  Pacto de Varsovia; Alemanes y Judíos; Judíos y Palestinos
se de nuestra propensión por  la espada
del escaso perdón,
del olvido entre los dioses y nosotros.
Camino por este rincón polvoriento
Indolente, destemplado
Miro hacia mis pies,
Mis pasos han dejado de ser silentes
Mis rodillas están cansadas
También sé que requiero del reposo en tus brazos
Recostar este cuerpo polvoso
que supo de la increíble historia de Marco Polo
en la noche de tus ojos cerrados