miércoles, junio 13, 2012

La ciudad escribe.


La ciudad escribe, sobre sí, para sí,   por sí misma.
Nosotros, tomamos la pluma.

Quién escribe, lo hace con o sin cursos de literatura, con sin talleres de redacción, con o sin diálogo sobre la literatura que otros hacen, con más o menos   libros de lo otros escriben,   con más o menos conocimiento de la gramática y la ortografía.
Y por si esto fuera poco, quien escribe, lo hace,  con  o sin la menor claridad sobre las razones  por la que se escribe (si es que en el fondo, allá, donde se toman las decisiones personales,  hubiera que justificar  para sí, el acto de escribir).
Así que no queda sino  aceptar que quién escribe lo hace (o lo puede hacer)  desde su necesidad, o su necedad, desde su urgencia o su nostalgia, desde de pasión o su locura, desde su memoria o su imaginación.
Lo que parece un elemento común, ( ya pareciera que lo único que se comparte) es que quien escribe lo hace solo. Como en muchas artes, la literatura es un acto de confrontación personal; quien escribe, se refleja, se desnuda, se libera, se narra, se  escribe, se discursa ,  y se lee tal y como es. De esta confrontación con uno mismo, se puede desprender que  escribir, entonces,  no es para los que pierden las batallas contra el miedo,  el pudor, la claridad, el  amor, el olvido.
 Escribir no hace héroes, hace seres humanos. Seres humanos  en construcción permanente. Pero no es lo mismo construirse a sí mismo en libertad – esa libertad requerida para  enfrentar  el salto al vacío   – que vivir silenciando las voces de la propia  consciencia, de la memoria, del dolor, del deseo.
Sin embargo, la creación literaria, para no  ensimismarse (para no convertirse en un monólogo que se alimente de su propio eco)  de tiempo en tiempo,  requiere levantar la vista, mirar alrededor, reconocer el entorno ( lo mismo la calle, que los parques , los mercados y las tabernas, los barrios y las ciudades);  escuchar (oír, leer) otras voces, conocer otras historias, comparar memorias, delirios, temores, terrores; descifrar  lenguajes.
Toma no se cuantas noches de insomnio  ambulante,  reconocer el  lenguaje de la calle, del barrio, de la ciudad.
Es indudable que quien escribe lo hace  para sí, pero también lo hace, desde el   para sí de la ciudad, de la humanidad de la que forma parte. Lo hace desde  su irrevocable presente, desde  la – angustiosa o gustosa - libertad y responsabilidad  que comparte con todos los humanos que le rodean. Porque si bien cada poeta, cada narrador en cada texto se construye (o reconstruye) a sí mismo,  junto con él, se edifica la humanidad entera. Cada poema  escrito enriquece el acervo humano.
Escribimos, y somos poetas que nos relatamos a nosotros mismos.
Escribimos, y somos  la ciudad que se escribe a sí misma. Somos sus sílabas, somos sus palabras,  somos su lenguaje, somos quienes la narran.
Escribimos, y somos la ciudad escribiéndose,  a  sí misma.


Descubrimiento.


Te encuentro deambulando por la vida, vestida con tu ropa de diario, haciendo las cosas que haces, y tu sweater se desliza por tu cintura dejando ver la promesa del movimiento de tu cadera, y pienso que eres la  mujer más bella que conozco, pero no es así.
Te miro entonces con tu vestido de noche, con tu rostro radiante y tu hipnótica cadencia es iluminada por una luna que no hace sino seguir tus pasos por las calles de la ciudad y invadiendo puertas y ventanas, sé que no hay otra mujer, ni otra belleza en las calles de esta ciudad y pienso que eres la mujer mas bellas que conozco, pero no es así.
Porque finalmente llega la noche profunda y te despojas de cada prenda –ahora inútil-  inventada por los hombres y hasta que sólo quedas tú sin más vestido que el aroma de tu piel, te miro, y sé, estoy convencido más allá de toda certeza que (poseedora de una hermosura inexpugnable, inasible, imbatible) eres la mujer más bella que conozco.

lunes, junio 11, 2012

Escribirte y escribirme




A veces extraño al que soy cuando estoy contigo,
entonces, te escribo;
pero hay veces en que extraño al que soy cuando te escribo,
y  no puedo sino volver a la pluma, urgente
y  te  escribo, y me escribo
entonces te extraño,
y me extraño  un poco menos.

lunes, junio 04, 2012


Una canción pasada de moda que aparece en la radio sin que lo preveas, tonada que  invariablemente te toma por sorpresa, que te rememora, es decir, te  sitúa en una calle , en la sala de una casa, en un sillón frente a una taza de café; y  pone en tus recuerdos, que es decir en todos los recuerdos, en la memoria de tu piel, de tus labios, de tu mirada, de tus manos, un beso, una caricia, es decir, una textura, un color, una suavidad, después unos cabellos; para seguir recordando, aparece en tu memoria, una voz, un nombre, que deletreas, una, dos, tres veces.
La canción, sin que te percataras de ello, ha terminado, ahora en la radio alguien habla diciendo cosas que te son ajenas. Pero recuerdas el beso, el rostro, el nombre, la puerta, el sillón, los ojos cerrándose, el café. Recuerdas, es decir, la recuerdas  y te preguntas, hace cuánto de ese momento. Sabes que fue hace….de pronto el pasado no importa. Porque  la vida es… eso que ahora sucede en tus labios,  y parece que hace sólo un instante que la besaste, parece que el cabello aún pasa y se desliza  entre tus manos. La vida, el beso, lo que duras pronunciado su nombre. Ella… un instante. Y su eco… que repite, el beso, una  y otra, y otra vez…y...