Te encuentro deambulando por la vida, vestida con tu ropa
de diario, haciendo las cosas que haces, y tu sweater se desliza por tu cintura
dejando ver la promesa del movimiento de tu cadera, y pienso que eres la mujer más bella que conozco, pero no es así.
Te miro entonces con tu vestido de noche, con tu rostro
radiante y tu hipnótica cadencia es iluminada por una luna que no hace sino
seguir tus pasos por las calles de la ciudad y invadiendo puertas y ventanas,
sé que no hay otra mujer, ni otra belleza en las calles de esta ciudad y pienso
que eres la mujer mas bellas que conozco, pero no es así.
Porque finalmente llega la noche profunda y te despojas
de cada prenda –ahora inútil- inventada
por los hombres y hasta que sólo quedas tú sin más vestido que el aroma de tu
piel, te miro, y sé, estoy convencido más allá de toda certeza que (poseedora
de una hermosura inexpugnable, inasible, imbatible) eres la mujer más bella que
conozco.
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