1.- Nací en Julio, era el tres, era domingo y estaba lloviendo. Era la ciudad de México,
nací en el ombligo de la Luna.
2.- Mi abuelo paterno, Juan Benjamín
Moncada, era trompetista, y dicen (decían) que habría tocado con las orquestas
de Luis Arcarás y Juan S. Garrido. De él,
de sus hermanos y hermanas crecería una dinastía de pianistas, escritores,
danzantes y poetas.
3.- Mi Abuela Tina, se había enamorado de él sólo porque era
músico. Y porque se parecía a Emilio Tuero.
4.- Mi abuela Elena Spínola, blanca como la
espuma del mar caribe, de ojos verdes, criolla de tercera generación se fugó
adolescente de casa de sus padres en Campeche y se fue a vivir a Veracruz,
donde hizo vida hasta que, después de tener a sus cinco hijos, vivió como madre
soltera, borrando de los anales de la familia al abuelo, ( se rumora su nombre
, Eugenio, heredado al hijo mayo). Su destino final ha sido un misterio. Mi abuela,
decía de tiempo en tiempo para definir los temas tabú, “de esas cosas, no se
habla. Entre esas cosas, estaba mi abuelo.
5.-
Mi papá siempre fue Atlantista. Nadie como Horacio Casarín declaraba de
domingo en domingo (ni Borja, ni Hugo, ni el Manolete, ni el “Chalo” Fragoso).
La elección no sorprende. Los Atlantistas eran los desposeídos del país.
6.- Si mi papá veneraba al Atlante y al
futbol, mi madre – hija de un músico- se
declaraba fanática del Cha Cha Cha, de
Jorrín y la Orquesta Aragón.
7.- Hasta los 8 años, viví en edificios
oscuros de la colonia Narvarte en la ciudad de México ,en todos había fantasmas
que hablaban detrás de las puertas y dormían en los pasillos. No había otro
entretenimiento que la radio en la sala de la casa
8.-
La primaria la estudié en la escuela pública, José María Morelos y Pavón. No
había árboles, ni pasto, ni platitas, sólo un terregal solitario.
9.- Tuve dos hermanos y una hermana. Cuatro tíos paternos,
cuatro tíos maternos. Quince primos maternos y veintiún paternos. Dos abuelos
maternos y la abuela Elena ( del abuelo paterno desterrado de la memoria
familiar, ni su sombra)
10.- Mis vacaciones usualmente eran en
Veracruz, en la casa de turno de la abuela Elena. Esto duró años. Viajamos al
puerto, en tren ( pasaron años para dormir en pulman), en camión, en carro; en
julio, en marzo, en diciembre; fui con mi familia, con mis primos y con mis
amigos. De ahí, es decir, de Veracruz mi gusto por el café de Coatepec en “La
Parroquia” , la Gordas, las Picadas, las Negras, el Chilpachole de camarón, los
Pulpos en su tinta, la Mojarra, el Vuelve a la vida, la nieve de Guanábana, el
mar nocturno, la luna roja en horizonte los Mangos con chile y los tranvías.
11.- Desde que recuerdo, las fiestas de los
Moncada estaban llenas de música, de poesía. Tíos y tías pianistas, escritores,
periodistas, defensores de la Revolución Cubana, lectores de Cortázar, de
Rulfo, de Fuentes. Todos y todas con la sabiduría en el cuerpo a la hora del
Cha Cha Cha, del Mambo, de la Huaracha y del Danzón.
12.- Comencé a leer con un libro que me
regaló mi padrino. Yo tenía 13 o 14 años. El libro narraba las conquista del
Everest por Hillary y el sherpa Tenzing,
del Polo sur por Amundsen y del
norte por Peary. Las tres historias
fueron cautivantes. Algo de ellos aparecía en mí, cuando años después , navegué
el Amacuzac y me sumergí en las profundidades de la tierra en Xoxafi ( supongo
que de ahí pasé de la espeleología de la tierra a la espeleología del alma).
13.- Ya de adolescente leí a Jardiel
Poncela ( Amor se escribe sin hache), a Neruda ( 20 poemas de amor y una
canción desesperada), a Victor Hugo (Los Miserables), Taylor Cadwell (La
Columna de Hierro).
14. A los catorce años tuve mi primera
guitarra de manos de mi otro padrino, Carlos Guevara – uno de los mejores intérpretes
del Flamenco, en aquel entonces era la
primer guitarra en “Bulerías” -y aprendí a tocar boleros, y a los dieciocho
llegó el piano a la sala de mi casa y yo comencé con mis clases.
15.- Mi primer amor fue una niña que se
asomaba por la ventana de su casa cuando nosotros ( adolescentes de 13 a 15)
salíamos a jugar futbol a la calle. Ella nos miraba, yo creía que me miraba a
mí. Cada uno de mis amigos creía que lo
miraba a él. Nunca supimos a quién miraba, pero todos jugábamos mejor. Esta
historia la incluí en un cuento y en un poema.
16.- A los 17 años me hice Scout, y me
mantuve en el movimiento hasta los 28, cuando viajé del estado de México a
Tijuana.
17. Cuatro veces, cuatro, hice en el balsa
el río Amacuzac. Mi recuerdo aun gotea.
18.- Tres veces baje a la gruta de Xoxafi.
19.- Como
telón de fondo, a la menor provocación, viajan conmigo líneas, páginas, capítulos de
Cortázar, Victor Hugo, Neruda, Beneddetti, Sabines, Bolaño, Galeano, Elizondo, Tolkien,
20.- Siempre Bach. Siempre Bach, y sus Suites para Cello, Glenn Gould y el
Clavecin Bien Temperado, Jame Rhodes y el Adagio del concierto no. 3, en
D; Martha Argerich y la Tocata en C
menor.
21.- Mi mejor maestro se llamó Armando
Escobar. Jefe Scout, amable, entero. Nos
decía a los jóvenes hay que tener cuatro cosas : familia, escuela, novia y ser
scout. Y si los scouts te impiden tener novia, habrá que dejar a los scouts. A
su invitación navegué por primera vez el Amacuzac. Tenía 17 años y hasta ese
domingo, nunca me había jugado la vida.
22.- Cuando salí de la preparatoria estudié piano por primera vez. Volví al
terminar la universidad
23.- Desde la secundaria escribo. En ese
entonces escribí Cuentos, canciones y poemas.
23. Aun ahora, la música, y la literatura
son los rieles sobre los que corre mi vida.
24.- La vida sigue siendo un misterio. Lo
dijo Don juan. En ese misterio reside su mayor belleza, eso lo digo yo.
25. Cada noche de campamento, es única.
26.
La noche más bella la pasé viajando en tren atravesando el desierto de sonora.
Noche sin luna, plagada de estrellas. Viajaba solo. Regresaba de Tijuana a casa de mis padres en
las vacaciones decembrinas. El tren lo tomé en Mexicali, Era 1983, pero pudo ser 1984. Sé que la noche y sus
estrellas están ahí donde las vi. De vez en cuando, viajando de noche por la carretera Mexicali- Tijuana, en la
Rumorosa, hay un atisbo de ellas.
27. La noche de más terror, la tuve en la
adolescencia, cuando acompañaba a mi abuela Elena a Veracruz. Cerca de las once
de la noche el tren baja por Cumbres de Maltrata. La pendiente es criminal
y el tren parece que baja sobre una pista de hielo. En medio de la bruma el
tren se inclina, baja y rechina mientras avanza de puntitas. Yo me aferraba a
la pared del compartimento, a las sábanas, a la almohada, mientras abuela comía
galletas marías.
28. Extraño viajar en tren.
29.
Voy sumando “B” a mis gustos. Bach, Beatles, Beethoven, Brahms, Benedetti, Bolaño, Bisquets.
30 . Mi amor al piano se lo debo a los Nocturnos de Chopin, interpretados por
Arthur Rubinstein.
31.
El libro que más veces he leído es “Rayuela“ de Cortázar, invariable y
reglamentariamente una vez por año .
32. El libro que más he recomendado es “Los
Miserables” de Víctor Hugo. Ahí estamos, desde hace siglos todos. En cada
esquina hay una Fantine, que tiene a su hija Cosette. Cada noche apresan
injustamente a Valjean, y hay un Javert, empecinado en castigarle por lo que no
hizo. Cuántas Eponine hay, dispuestas al mayor de los sacrificios por
amor.
33. El libro que no terminé de leer ( creo que lo dejé antes de la pg.
20) fue uno de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, y no me acuerdo de su título.
34. El poema que más veces he leído es el
poema XX de Neruda. Casi siempre en las noches.
35. Los boleros que más me gustan son de
Álvaro Carrillo. Me gustan más, mucho más, de noche.
36. Los fríos, no se me dan. Sufro de
hipotermias que me dan terror. Se me acalambran músculos, huesos por cerca de
media hora.
37. Fue hasta hace cuatro o cinco años que
descubrí ( nunca sabré si demasiado
tarde) los Cuartetos de Cuerdas:
Beethoven, Shostakovich, Bartok, Brahms, Haydn. Mi amor por el piano (incluidos
los tríos de Oscar Peterson, Bill Evans
y Dave Bribeck), como cualquier amor excesivo, olvida el mundo que nos rodea.
Así que tardé en escuchar algo más, que desde siempre estaba ahí. Bienvenidos fueron la música de
cámara y la profundidad del Cello.
38.Me emociona la libertad y la creatividad
de Roberto Bolaño. Me apena su muerte
temprana, pero estoy convencido que su obra perdurará entre la de los grandes. Hay que leer sus cuentos, Los Detectives
Salvajes y 2666.
39. Mi gusto por el café americano con base
de espresso, tiene su historia. Mi tía Ma. Elena, hermana de mi padre, tuvo a
su cargo una cafetería en el vestíbulo de un cine, allá en la ciudad de México,
allá por 1970. Ahí lo probé. No supe lo que era, hasta que muchos años después
(pudieron ser quince o veinte, no lo sé)
reconocí su sabor en una cafetería de Guanajuato. Ahora tomo uno casi a
diario en el Daz Cortés de la cacho,
servido de la mano experta de Ross.
40.
Le debo a un casete muy viejo, escuchar las
Arias cantadas por Plácido Domingo y Rene Fleming. Lo escuché noche tras noche,
hasta saberme incondicional de Puccini. Una noche me dije, “ ya lo pensé, me
gusta la ópera”.
41. Hace 43 años comencé a escribir, y lo
primero fue un cuento en un cuaderno Scribe que llevaba la secundaria. El
personaje (que cosa más predecible) estaba irremediable e inútilmente
enamorado.
42. Hace 27 años que hago radio. El primer
programa fue en “Estéreo frontera” ( 102.5 f.m.) y eran charlas sobre psicología.
39. Dos veces cancelaron mis programas de
literatura. Una en Estéreo Frontera ( 1993), otra en Radio Tecnológico ( 1994),
ambas por leer relatos y poesía sobre el
“68”.
40. La historia de las mujeres y hombres
valientes y enamorados que han compartido conmigo la experiencia radiofónica,
es una historia heroica. Una vida entera la que he vivido a su lado.
41. Dos veces cancelaron permanentemente en
los periódicos mis comentarios
editoriales. Una en “El Mexicano”
(1987) y otra en “El Día” (1994). En
ambos casos por escribir contra los gobiernos en turno. Y en ambos casos alegaron problemas de
espacio en sus páginas. En 1987 dejé de escribir en “El Mexicano” y fui muy
bien recibido por Rogelio Lozoya en el
ABC donde comencé a escribir nuevos editoriales bajo la columna Testimonio.
42. A los 17 años conocí a la mujer que sin
decirlo, me diría “ así somos las mujeres”. Ella, en un par de años, con su amorosidad, trazó para toda la vida, la línea que separa lo que es y lo que no es
amor.
43. Mi primer beso, el verdadero primer
beso, lo di una noche. Era 1972, era
diciembre, era la noche del 16, y era viernes.
Estaba en mi “vocho, ” (era amarillo), y la había invitado a ver la iluminación
decembrina de la ciudad. Cuando estaba a punto de estacionarme, ( ella quería
una paleta) me giré y ella, es decir, su rostro estaba ahí. No siempre es claro
y si la besé, o me besó. Decir que nos besamos, es una salida fácil. Era
viernes, era de noche. Ella estaba ahí.
44.
Los nombres de quienes en diferentes momentos de mi vida han sido mis mejores amigos son. Pablo,
Alejandro, Arturo, Pepe, Eduardo, Lino, Andrés, Jesús, Mario. Con Alejandro
filosofaba café de por medio en el restaurant California en Sta. Mónica en el
Estado de México; Pablo, Arturo, pepe y Eduardo fueron compañeros Scouts
por doce años, con ellos hice canciones
y me jugué la vida en más de una ocasión. Con Andrés y Jesús hice radio durante
cerca de 10 años. Lino fue padrino de mi boda y de mi hijo mayor. Mario es Mario,
poeta disfrazado de fotógrafo, que se disfraza de zapatero.
45. No siempre sé quién escribe cuando
escribo. Yo, o el espíritu que me habita No pocas veces, cuando releo
algo que yo escribí, me pregunto; ¿ yo escribí esto?, ¿ cuándo? Y por qué lo
habré escrito? No siempre descubro la respuesta.
46. Me enteré de la muerte de mi madre,
Consuelo, una mañana cuando mi primo
Iván fue compungido a avisarme a la casa
donde vivía. Murió de infarto muy
temprano en la mañana, después de prepararse un té.
47. Mi padre murió, cuatro años después, cuando
preparaba su viaje a Tijuana para asistir al nacimiento de mi hijo. Siempre he
pensado que murió cansado de intentar inútilmente vivir bajo la ausencia de su esposa.
48. A mi madre le debo el gusto por la música, el baile y las letras. Cosa de los Moncada.
49. Mi padre durante su juventud jugó futbol,
lo hacía de medio volante. José Alfredo Jiménez era el portero. En la casa de mi hermana sigue la
fotografía que da testimonio de la
historia. Con el paso del tiempo, mi papá y José Alfredo visitaban la misma cantina atendida
por su amigo común, un buen hombre de
apellido Rábago. La imagen de Rábago limpiando la barra de la cantina
del restaurante, “La Manzana de Roma”
terminó por ser la portada de un disco de José Alfredo.
50. Quizá en otra vida pude ser pianista.
Pero uno nunca sabe. Tengo fama de terco. Así que en otra vida seguramente
hubiera sido lo mismo que ahora soy.
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