martes, agosto 28, 2012

Tinita


Por aquello del día de los abuelos:

 

Mi abuela Tina , se caso ( muy, muy, pero muy ) joven con un trompetista, - Juan Benjamín- , que trasnochaba con precisión reglamentaria de jueves a domingo, formando parte de la sección de vientos de algunas orquestas de la época (Luis Alcarás, Gonzalo Garrido, entre otras). Mi abuela Tina - seguro que mi abuelo le decía Tinita- (insisto en que era muy, pero muy joven) no tuvo mayor defensa contra notas tristes y azules que rodeaban a mi abuelo Juan Benjamín, cuando tomaba su trompeta e interpretaba las canciones de moda en la sala del departamento donde vivían.

Durante años la casa de Tinita era azul, y su cuerpo no era sino un pentagrama tibio donde se acomodaban dulcemente negras, blancas, corcheas, pizzicatos en intensidades que iban del pianísimo al forte, llevados  mucha intensidad y poco respiro.

Sin embargo al paso del tiempo, las notas tristes y azules, terminaron por espaciarse, había respiros innecesarios , pausas (pocas notas y muchos silencios ) porque mi abuelo viajaba con frecuencia acumulativa  con diferentes orquestas a los Estados Unidos y su ausencia llenaba la casa de un silencio que no interrumpían ni los muebles, ni las ventanas, ni las risas de los hijos.

Juan Benjamín, iba y venia, rodeado siempre por las notas tristes y azules, salpicando la casa y la piel de la abuela Tinita que terminaba noche a noche recuperando a su cuerpo- pentagrama , hasta que un día, una noche habrá que decir, cansado de ir y venir, dejo de venir, y las notas azules dejaron de pintar el cuerpo de Tinita.

Muchas, pero muchas noches después, cuando su cuerpo no era sino sólo el cuerpo de una mujer, sentada en la sala de casa de su hija,  escuchó a su nieto tocar el piano. Cambio de lugar para verle los ojos. Tienes los ojos tristes, le dijo, mientras y tocas cosas muy lindas, le dijo mientras miraba al infinito que se colaba por la ventana de la sala. El nieto, que no hacia sino acariciar el teclado sorprendido de las notas azules que despedía, siguió tocando para la abuela, esa y muchas otras  tardes que ella llegaba a hilvanar las notas azules que desprendía el piano y ponérselas en el cuerpo, hasta enhebrar recuerdos y nostalgias.

Muchas, muchas noches después, el nieto escuchó en una conversación entre tías aquello de los ojos tristes. Ahí se entero que “ojos tristes” era el nombre que tinita le dio  a Juan Benjamín, cuando se enamoró de él.

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