miércoles, marzo 05, 2014

El paso de una mujer por nuestra vida es devastador. Es un sueño intangible hecho de piel, de nube, de fuego, de lluvia, de viento y mareas siempre impredecibles. Arriban a nuestras horas, incontenibles la imaginación, la ansiedad y el deseo. Ella, sin embargo, es  bruma, aliento y nostalgia inasibles. Nunca se puede  (nunca pude) poseerla. Suponer asirla es una distorsión de la realidad, un acto de imaginación, tan ilusorio como fútil. Siempre tarde lo sabemos. Por ello, en medio de la inmensidad de la noche, solos, cobijados por nuestro silencio, en un intento final (descabellado, también lo sabemos) de cercarlas,  esgrimimos lo único que es verdaderamente nuestro, las palabras.

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