Las muertes de
Carlos Fuentes en el 2012, (el próximo 15 de mayo se cumplen un par años), de
Juan Gelman, de José Emilio Pacheco, de
Federico Campbell a inicios de este 2014
y Gabriel García Márquez hace unos cuantos
días, me llevado a pensar y repensar en
las voces de quienes me han acompañado a
lo largo de mi vida. Y no me refiero a las voces de los autores, sino a los
voces José Arcadio Buendía y de Úrsula Iguarán
en Macondo, de Horacio Oliveira y la
Maga (Lucía) en Paris, de Zabalita en Lima, Perú, de Pedro Páramo y Susana San
Juan en Comala, de Artemio Cruz en México, de Vera la bailarina Rusa en Francia,
de Martín Santomé y Laura Avellaneda, y
de Larsen (juntacadáveres) en Uruguay, o “Estrella” cantante de boleros en la
noches de la Cuba prerrevolucionaria.
Mi encuentro con
las obras camina junto a mi vida.
Tengo 58 años, vivo en Tijuana desde 1983,
es decir desde hace 31 años. He vivido en” Colinas de Agua Caliente”, en edificios
de la “5 y 10” y ahora por el “ Gato
bronco”. Nací en julio de 1955, era domingo y
llovía. En ese año Juan Rulfo publicó “Pedro
Páramo”, que yo leí cuando tenía quizá 17 o 18 julios, y seguramente junto con “
El llano en Llamas”. No sé que cómo es leerlos por separado, no importa con
cual inicie, siempre termino por leer ambos, espalda con espalda.
Cuando tenía tres años, vivía a tres cuadras
del estadio de Béisbol del Seguro Social, donde jugaban “ Lo Diablos rojos del México” y
los “Tigres”. En ese 1958, Carlos Fuentes publicó “ La región más trasparente”
que leí alrededor de 1975, cuando estaba en la universidad estudiando Psicología.
En 1965 cuando Mario Benedetti publica “ La
tregua”, yo vivía en un departamento de la calle Peten , en la colonia Narvarte.
Mi abuela Elena, vivía dos pisos abajo. La triste historia de amor entre Martín
Santomé y Laura Avellaneda la conocí mucho tiempo después, y pude cerrar un
círculo literario cuando leí los poemas “
Mucho más grave” y “Última noción de
Laura”, donde Martín y Laura se declaran,
el amor que agoniza.
Los libros que en más ocasiones he leído
completos y he ojeado y hojeado en incontables
tardes y noches son “Rayuela”: de Julio Cortázar y “ Cien años de
Soledad” de García Márquez.” Rayuela” fue publicado en 1963, hace 51 años, y yo tenía, bueno, 8 y vivía
en una casa en el Estado de México, bajo un pueblo llamado “Calacoaya”, por
donde corría un río, por cuyas agua navegué a mediados de la adolescencia. Pero
desde hace más de 20, no pasa un año sin que regrese a las calles de Paris, y me inmerse en el amor
improbable de Oliveira, por una mujer imposible para él. Todos, un poco más o
un poco menos, yo quizá de los más,
tenemos algo Horacio y su terca búsqueda por lo que tiene frente a él. Y si voy al Paris, de tiempo en tiempo,
también de tiempo en tiempo viajo al lugar inverosímil donde todos vivimos: Macondo. Ningún
lugar como ese, describe el portento onírico, irreal, contundente del
territorio latinoamericano. Locura, pasión, poder, ultraje, desventura, irrealidad. Los escritores, como
ningunos otros, definen esta mezcla de
realidad y fantasía, de intangibilidad y contundencia, de vida y muerte que es
la vida que vivimos. Pocos lo han hecho mejor que García Márquez. Cuando parece
que entiendo algo, o cuando no entiendo,
lo que sucede en nuestros países, llámese selva Lacandona, Buenos Aires, Cuba, Venezuela, Perú, la explicación está en la historias que se
viven en Macondo. “Cien años de soledad” es publicada en 1967, hace 47 años y,
todos seguimos, como los Buendía,
paseando por las calles de
Macondo.
En este 2014, también cumplen 47 años de
edad, “ Los Cachorros” de Vargas Llosa y “ Cambio de Piel” de Carlos Fuentes.
Los autores de Boom latinoamericano,
escribiendo en mi infancia y dejaron los libros listos para mi adolescencia, juventud y madurez. Me prepararon, si puede
decirse de alguna manera, para la
lectura de Roberto Bolaño, chileno del que he leído (hasta el cansancio) ”2666”,
“ Los detectives Salvajes”, “ Los sinsabores de del verdadero policía”, “ El
tercer Reich” y “ La pista de hielo”.
Sé que este 2014 volveré a Paris, al
departamento atiborrado de libros de discos, donde Horacio y “La Maga” escuchan la trompeta
Miles Davis y el sax de John Coltrane.
Sé que seguiremos en medio de lo irreal, finalmente todo es Macondo.
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