A veces la vida parece eso, un mar sin
costas, un río sin orillas, un cielo sin
horizonte.
A veces, sólo a veces, no hay un monte, una estrella, una nube, un cuartito
menguante, una leve briza.
A
veces, miramos hacia atrás, sobre lo andado,
y no parece haber diferencia de lo que se mira hacia adelante, lo que
nos falta andar, o hacia arriba, donde se haya lo que nos alumbra, o hacia abajo donde
arrastramos las sombras.
A veces, sólo a veces se escuchan murmullos de quien sabe dónde, parecen
palabras, entonces parece que alguien habla,
pero también parecen llantos, y entonces parece que alguien llora.
No siempre sabemos si lo que escuchamos es
el agua que corre por un río que no alcanzamos a ver. Un río que no tiene
orillas, que desemboca en un mar que no tiene puertos, cobijado por un cielo
sin horizontes.
Entonces, a veces, escuchando el
silencio de mis pasos, me doy cuenta, con la vida abierta por los seis costados, que las palabras que el viento arrastra y se
escuchan como murmullos que corren por debajo de la tierra; que las lágrimas que me llueven , dejando una huella húmeda cada paso que doy , son mías,
y que yo soy un río
sin orillas, un mar sin costas, cielo sin horizonte.
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