domingo, enero 06, 2019

Quizá solo soy músico, aun cuando soy escritor


(2.1) Quizá solo soy músico, aun cuando soy  escritor. No faltado quien me diga que en muchos de mis textos hay cierta cadencia, musicalidad. No sería extraño. Mi primer acercamiento al arte fue la música, primero la guitarra y luego el piano. Y ahí, siempre ahí, la imagen recreada de mi abuelo trompetista. Su fotografía (vestido y peinado al estilo Emilio Tuero o Carlos Gardel). En fin, a estas alturas bien podría decir que escribo música, pero no uso el pentagrama, ni las notas negras, blancas, corcheas; ni escribo en clave de Sol, pero escribo música usando el alfabeto. Fraseo con palabras, como acordes. 

Fue tan natural en mí entender desde que tengo memoria el espíritu de la música. Captaba sin dificultad armonías, acordes, tempos. Era como si existiera en mí la manera de decodificar el lenguaje de la música, tanto  que  llegada la adolescencia y el gusto por las letras,  no fue difícil usar palabras y frases para escribir un poema, un cuento breve, que bien podían ser en cierto modo un nocturno, una partita,  una sonata para piano  de cuatro movimientos, un cuarteto de cuerdas. 
Es extraño pensar que quizá le debo mucho de mi vocación artística, al abuelo materno que no conocí.

Una tarde mi abuela Tina (claro que se llamaba Ernestina, y seguro que mi abuelo alguna vez le dijo Tinita) escuchándome tocar el piano me dijo, que yo tenía los “ojos tristes” que tenía mi abuelo y que lo que tocaba era muy, lo que mi abuelo cuando tomaba su trompeta.
Es la herencia. Es esto que ahora llamamos el ADN, es el inconsciente familiar. Es… como si uno supiera lo que és.

Soy un músico que usa las palabras.

3.- Cuenta la leyendas que mi Abuela Tina,  se había enamorado Juan Benjamín Moncada de él sólo porque era músico ( y porque se parecía a Emilio Tuero, y también porque tenía la mirada lánguida de Carlos Gardel). La leyenda cuenta que ella vivía en un departamento  en un piso por encima del de un joven trompetista con el que se cruzaba de tarde  en tarde, cuando a punta de escuchar las notas azules que  subían y se colaban por la ventana de su recámara. De puro amor y de la influencia de las notas nostálgicas provenientes de la trompeta de mi abuelo, Tinita y Juan Benjamín, tuvieron cinco hijos.

La Tina que yo conocí, era una  viuda alegre con el alma de pan de dulce. Frente a su viudez había mantenido su gusto por vivir y por la música. Gustaba de cuidar a sus nietos y cocinar la cena para ellos. Después de la muerte del abuelo trompetista,  trabajó para mantener a sus hijos, aunque hubo alguna temporada en que pidió ayuda a alguna de sus hermanas para cuidarlos. Así que mi mamá, Consuelo, pasó temporadas de su infancia en casa de su tía Herminia y su tío Felipe. Esta tradición de trabajar para mantener a la familia la mantuvieron todos los hijos de la abuela Tina (a excepción de mi madre, que una vez casada, no tuvo otra vocación que ser la señora de Morales Spínola y cuidar de su herencia y descendencia),  particularmente la mayor, Alicia, que fue la hija con la vivió más tiempo (aunque hubo temporadas en que vivió con la segunda hija, Olga, que también trabajo toda su vida).

No he conocido a nadie con el alma más entregada y amorosa que mi abuela Tina. La recuerdo lo mismo pidiéndome que me quedara en la sala de su casa mientras me preparaba unos frijoles con pan y calentaba agua para el café, que sentada a mi lado escuchándome tocar el piano, mientras su corazón rejuvenecido, volvía a donde el abuelo trompetista ensayaba junto a ella, alguna canción de moda, como “Bonita” o “Quinto Patio”.

Durante años la comida familiar de los sábados era en casa donde vivía la abuela Tina, o en la casa a don ella iba a comer (como la nuestra, por ejemplo). El protocolo requería llegar hacia medio día, preparar la comida entre las hermanas y la abuela; comer adultos y sobrino, poner agua para el café y conversar hasta el final de la tarde, mientras los nietos jugábamos futbol en alguna calle cercana.
Tengo presente, que fue por ella que conocí a mi abuelo, que fue por ella, que Juan Benjamín fue mi abuelo, y que fue por ella, que escribo música usando palabras.  

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