8.- Llegado al Estado de México, al fraccionamiento
Jacarandas, cambié de escuela. La primaria la estudié en la escuela pública, a
partir de tercer año y hasta sexto,
tenía nombre de prócer de la patria José María Morelos y Pavón. Plantel
amplio y seco. Una línea de salones, uno junto a otro. Todos grises, fríos, como el agua: Inoloros, insaboros, incoloros.
El patio se dividía en dos. Una parte de
cemento, donde nos formábamos en las mañanas, celebrábamos las asambleas, los
lunes y los días festivos (cuando tocaban). La segunda parte era un terregal despoblado
árido, propio de películas de vaqueros. No había árboles, ni pasto, ni plantitas.
En los recreos jugábamos futbol llanero: campos de piedras, porterías de
piedras. Los salones eran las tristes
penínsulas de ese mar de tierra rota.
Las clases discurrían una tras otra. Poco recuerdo de los
maestros o maestras. Hombres y mujeres que no dejaron mayor huella en mi
memoria. Ahora que lo pienso suena cuando menos triste. Recuerdo los rostros de
dos o tres compañeros con quienes jugaba en los recreos y compraba algún dulce
en la tiendita que estaba justo frente a la escuela. La primera era mixta (aunque
tampoco recuerdo nombres o rostros de compañeras), y recuerdo que a ella
asistía mi hermana (dos grados por debajo del mío) y llegábamos y nos íbamos
juntos a la escuela.
Mi horario era matutino, y supongo que de 7 a 1.
A la salida no había más que irse a casa (acaso una pasadita
a la tiendita), donde mamá nos esperaba.
Mi infancia entre los 8 y 11 años, no dejó mucha huella en
mí.
Mi calle, Sinaloa,
tardó en poblarse. Poco a poco llegaron los que serían mis amigos de
calle. Samuel frente a mi casa, Alfonso y Víctor que vivían en la esquina; las
hermanas Rojas, que se instalaron a un lado de la casa de Samuel.
Mis tardes era
caseras. Tareas, ver un poco de
t.v.: el tío Gamboín y sus caricaturas, algunas series norteamericanas como
Lassie, el Llanero Solitario, prepararnos con la llegada de papá del trabajo, para la cena y el baño. Con el paso de los años y la llegada de los amigos, jugar “coladeritas”
en la calle, dejó de lado las series vespertinas y las caricaturas del tío de
la tele.
Esa infancia fue lejana del mundo, y de México. Nada supe.
En casa no se habló de ello, pero no muy lejos de Jacarandas en el Estado de
México, el gobierno de Adolfo López Mateos, usó al ejército para reprimir
(armas de por medio) movimientos de ferrocarriles, de maestros y de líderes
agrarios. Los líderes que no murieron, fueron encarcelados en Lecumberri (como Demetrio madero). Otros, como el líder
agrario Rubén Jaramillo fue asesinado (juntos con su familia). Yo tenía 7 años. Tardé en enterarme.
Pero con el tiempo supe que reprimir con
violencia, encarcelar líderes en Lecumberri, y enterrar a otros, era una larga costumbre de los
presidentes mexicanos.
Tarde que temprano, mi infancia y mi inocencia terminarían.
1 comentario:
Me hiciste trasladarme y verte caminando en las aulas, esperando a tu padre, jugando con tus amigos, también te miré con tu inocencia y esos golpes crueles en la historia que acontecían de manera paralela.Abrazos mi poeta bello.(Por favor dime qué es coladeritas)
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