miércoles, enero 16, 2019

Spínola



5.- Mi papá se llamó  Adolfo Morales (Spínola). El caso es que es el primero de cuatro Adolfo Morales en la familia. Él  fue el primero, un hijo de mi tío Eugenio el segundo, yo, el tercero, otro hijo de mi tío Paul, el cuarto. Aprovecho esta oportunidad para decir que tuve un tío Paul, dos primos Paul, un hermano Paul, un sobrino Paul y una sobrina Paulina. También una abuela Elena, una tía Elena, y tres primas Elena. Un tío Carlos,  dos primos Carlos, y tres sobrinos Carlos. Cierto, parecemos un familia de Macondo.

Durante años (muchos, pero muchos) mi vínculo con el buen Spínola fue el futbol. El caso es que de las primeras cosas que fue (y quizá una de sus querencias de vida),  fue ser  futbolero y  Atlantista (futbolista amateur y Atlantista profesional). Para él,  nadie como Horacio Casarín declaraba de domingo en domingo (ni Enrique Borja, ni Hugo Sánchez, ni el Manolete Hernández, ni el “Chalo” Fragoso. Claro que no conoció ni a Xavi, ni a Iniesta, ni  ni a Messi). La elección de los azulgrana como equipo de batalla no sorprende. Los Atlantistas eran, como él y sus hermanos, de  los desposeídos del país.

Tengo que decir que en la sala de nuestra casa – la evidencia no dejaba lugar a la duda- estaba la fotografía del equipo amateur (llanero pues) donde, en el once titula,r  jugaban mi papá, su hermano Carlos y José Alfredo Jiménez. Si se preguntan si el José Alfredo era ese José Alfredo, pues sí, era ese José Alfredo (el de Serenata Huasteca, el de La que se fue, el de El Rey. Bueno, el José Alfredo que vestía de portero era el que con el tiempo se convertiría en el buque insignia de la  canción ranchera, en ese José Alfredo que todos conocemos).

Mis primeros recuerdos del buen Spínola, son verme sentado junto él en la sala de la casa junto a un radio de mediano tamaño  escuchando por radio la narración de Fernando luengas, de Ángel Fernández de los partidos de futbol del Atlante, contra el Necaxa, el América, el Guadalajara, el Oro, el Atlas. No fueron pocas las ocasiones en que fuimos al estadio de Ciudad Universitaria, luego al “Coloso de Sta. Úrsula (el Estadio Azteca) a ver los juegos cualquier domingo a las 12 de día.

Con el tiempo, mi papá, cuando trabajaba como  gerente ventas  de radios Motorola formó un equipo de futbol  donde jugarían algunos de sus empleados. El caso es que,  adolescente preparatoriano, tuve la oportunidad de jugar en el equipo amateur (llanero) que él dirigía (el buen Spínola  como muchos jugadores, terminaron siendo entrenadores). Fueron muchos sábados en los que a eso de las tres de la tarde, me vestía con el uniforme azul de “Radioelectrón” para jugar como centro delantero en el once titular del equipo que jugaba en un campo de tierra, piedras y vidrios. Y sí fuimos campeones, el menos en una de las tres temporadas en las que jugué.  Fueron legendarios los partidos contra trabajadores de otras empresas, como lo fueron,  las reuniones en  las célebres cantinas como el “Ebro” y el ”Cuatro vientos” a donde íbamos, a comer yo, y a jugar dominó y cubilete él con sus amigos, después de cada juego, donde  celebrábamos cervezas, y sodas de por medio,  con el mismo ánimo festivo lo mismo victorias que derrotas.  

(5.1) Cuando escribo esto, pues hace años (28) que buen Spínola no está. Murió a pocas semanas del nacimiento de mi primer hijo. Cuatro años después de la muerte de mi madre.
El Atlante juega en la segunda división.
Y yo veo los juegos del Barcelona, los azulgranas de Xavi, Iniesta y Messi que mi papá no conoció.  

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